Cuando se usa el lenguaje se pone en juego una actividad comunicativa, cognitiva y reflexiva. Por medio
de éste, todos participamos de la vida social y, a su vez, construimos nuestra individualidad: expresamos
ideas, defendemos nuestros derechos, discutimos con los demás, establecemos relaciones afectivas, trabajamos, influimos sobre los otros, nos informamos, organizamos nuestro pensamiento, etcétera.
Hablar un lenguaje implica estar inmerso en una manera de organizar y entender el mundo; bucear
en él constituye, ni más ni menos, que la apasionante tarea de preguntarse cómo es esa manera de
ver el mundo que tenemos.
Pero a su vez, lo que llamamos “el lenguaje” no puede ser tomado como una sola cosa homogénea y
estable. En la medida que se trata de un hecho social, todas las complejidades, variaciones, cambios,
etcétera. que enfrenta el hombre como miembro de una sociedad y de una cultura tienen su correlato
en el discurso.
Llamaremos prácticas del lenguaje a las diferentes formas de relación social que se llevan a cabo
por medio, en interacción y a partir del lenguaje. Lo que se enseñará es pues el dominio práctico del
lenguaje en el marco de las situaciones sociales reales.